16 de junio de 2011

WARNING: Universidad - Prohibido saber

Enero de 2011 Jueves por la tarde. Los alumnos del Máster acuden a clase con uno de los mejores profesores que han pasado por el aula hasta el momento. La oveja magenta, cuyo mayor entretenimiento siempre fue aprender, absorbe cada palabra con estusiasmo. Y en su afán por saber más, participa todo lo que puede... Siempre que se lo permitan. En su código tácito: nunca hablar sin levantar la mano.

El profesor, al que llamaremos Cancún, pregunta a los estudiantes cómo perciben la figura de un entrenador de fútbol sobre cuya efectiva forma de trabajar ha escrito un libro. La oveja magenta dibuja un breve retrato que alaba las virtudes del entrenador. Pero antes de concluir, matiza: "Como no todo va a ser bueno y ya que no oigo ninguna crítica mínimamente negativa, creo que es muy taimado".

De inmediato, la oveja magenta oye a su espalda resoplidos, risotadas, pedorretas... Toda una sinfonía de onomatopeyas, acompañadas por burlas, exclamaciones y gestos histriónicos de desprecio: ¿Qué ha dicho, qué ha dicho? ¿Taimado? ¿Eso qué coño es? Siempre dando la nota. Taimado, dice...

Junio de 2011 Miércoles por la tarde. Los alumnos del Máster acuden a una clase magistral con un excelente profesional, especializado en el coaching de altos directivos. El ponente, a quien llamaremos Lisboa, decide introducir uno de los temas estrella de la jornada con una pregunta a la audiencia: ¿Alguien sabe qué significa procrastinar?

Y ahí tenemos a nuestra oveja magenta -cuya pasión desde que era solo un corderillo es el estudio de la lengua española-, levantando su temblorosa manita, temiendo las consecuencias de semejante atrevimiento, porque siete meses de humillaciones son muchos, pero segura de que su misión reside en no dejarse hundir. A tres metros, otro alumno alza también la mano, pero él sabe que no debe temer nada, porque forma parte del bando de los ganadores, una pequeña mafia en ese microcosmos agobiante y opresor de 20 personas.

De inmediato, la oveja magenta siente a su derecha resoplidos, risotadas, pedorretas... Toda una sinfonía de onomatopeyas acompañadas por burlas, exclamaciones, gestos histriónicos de desprecio, miradas de odio enfermizo... Y la complicidad muda y peligrosa de quienes contemplan el espectáculo sin inmutarse y, por qué no, con cierta delectación: Cómo no... Es que ella lo sabe todo... Se creerá la mejor... Qué pedante...

A todo esto, la oveja magenta me comenta, asombrada, que no entiende cómo es posible que en un grupo de 20 solo dos sepan el significado de un término que en inglés en tan común, si la mayoría de ellos asegura en su curriculum vitae dominar este idioma. En fin, la oveja magenta es tan inocente, que no entiendo cómo sigue viva.

Año 2011 La universidad, templo laico donde el conocimiento debería ser cultivado y valorado, y donde, sin embargo, el saber  es motivo de burla y humillación. Institución donde los mismos que fueron matones o bufones en el colegio y el instituto imponen la dictadura de la mediocridad y la zafiedad, marginando, como hicieron en el colegio y en el instituto, al que en su día bautizaron como empollón, cuatro ojos o pringao. Todo ello, con la complicidad de los demás, que prefieren unirse al bando ganador, riendo con ridícula exageración cada una de las gracietas intempestivas, mirando hacia otro lado cuando aparecen los insultos, la violencia psicológica, el ninguneo, el estigma. Y como guinda, la pasividad sangrante de catedráticos, docentes, rectores... cuyo cometido, al parecer, no reside en "educar, sino exclusivamente en formar", salvo que de la violencia psicológica se pase al empujón o la bofetada, claro. Mientras las magulladuras y las heridas solo vayan por dentro, ellos se lavan las manos.  

Si la universidad está así, estamos jodidos.

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