6 de junio de 2011

La oveja magenta no sigue al rebaño

Me presento: Siempre fui la oveja negra en todas las familias sociales... excepto en la mía, quizá porque los cuatro formamos un mini rebañito oscuro; paradójico: la lucidez y el libre pensamiento de mis padres son luminosos.

Ser la oveja negra no es fácil, pero la alternativa -fingirse quien no se es en pos de la "popularidad"- resulta agotadora; aunque confieso que en la adolescencia y en la primera juventud sucumbí varias veces a la tentación de disfrazarme de otra: imposible y muy estresante.

Así que, llegó el momento en que, sin perder la autocrítica, me decidí por aceptarme a mí misma como honorable y recalcitrante outsider. Siempre a contracorriente, más que como oveja, como salmón: es ingrato... pero también es honesto.

Antitaurina y ecologista beligerante en una pequeña ciudad de la Salamanca profunda, de cuyo nombre no quiero acordarme; progresista indisimulada en un entorno reaccionario; abonada al sobresaliente en el colegio donde trabajaban mis padres (los niños, esas pequeñas bestiecillas crueles y primarias); defensora de los derechos de los homosexuales allí donde el armario era el único refugio seguro; pro israelí en un contexto adverso y pro palestina en opinión de los sionistas radicales; antinacionalista (mucho más que no nacionalista) en un país absurdo e incoherente, donde cualquier "anti" -excepto los oficialmente aceptados y promovidos- se condena entre grandes aspavientos...

Oveja negra sin remedio y huérfana política desde 1998, seguía empeñada en no querer ver que el partido que había traicionado las ilusiones de nuestros padres también frustraba las mías... Oveja negra y niña repollo que soñaba con cumplir 18 años para poder hacerse socia de Greenpeace y miembro activo -activísimo- de las Juventudes Socialistas... hasta que estos y aquellos me decepcionaron.

Desde la mayoría de edad, he introducido en las urnas papeletas de IU, PSOE, un partido ecologista que no consigo recordar (buena señal), Ciudadanos y UPyD. Fue en 2008 -exactamente diez años después de perder la inocencia política- cuando esta oveja negra, descreída y resabiada, se transformó en una oveja magenta: el Manifiesto Fundacional de UPyD -redactado un año antes- reunió, conceptualizó y puso en palabras mis principios y aspiraciones como ciudadana, para adoptarme y retirarme de la orfandad política.

Desde entonces, algunos de mis progresistérrimos amigos se han esforzado en hacerme ver que he traicionado a la causa, que me he pasado al otro bando, que el conservadurismo me ha llegado con demasiados años de adelanto. Y me han demostrado, involuntariamente, que esto es como lo de la mujer del César: que no basta con que sea honesta, sino que tiene que parecerlo. Y lo que es más: que no hace falta ser progresista, sino que con votar a unas determinadas siglas uno va que arde... por mucho que su pasar como ciudadano por la vida contradiga ese supuesto progresismo que algunos han sabido apropiarse.

Pero ya habrá tiempo y días para relatar lo sucedido a esta oveja magenta desde el otoño de 2008 hasta hoy. Por el momento, sigo avanzando contra la corriente. Ah, ya no estoy sola. Ahora, mi braceo silente y solitario se ha unido al de otros, que son cada vez más. Ahora, el pequeño arroyito que guiaba este trémulo periplo se ha convertido en una marea magenta. Aviso a navegantes.

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